Tengo en mi biblioteca el anterior libro de Marian Izaguirre pero, por unas causas u otras aún permanece en mis estanterías sin leer. No quería que me ocurriera lo mismo con la última novela de esta autora y, aunque en un  principio estaba destinada a ser lectura conjunta, por causas ajenas a mi he acabado leyéndola fuera de plazo, a mi aire pero eso si, sin pausa por que no quería que me sucediera lo que con su antecesora.

Los pasos que nos separan presenta dos historias en dos espacios temporales diferentes. La primera nos sitúa en Trieste en los años 20 y donde la bora, un viento que en alguna ocasión alcanza los 100 km/h, y un violoncello unirán a Salvador, joven escultor español aprendiz de un conocido artista, Spalic, y a Edita, una eslava casada con un músico, eslavo también, y con el que tiene una hija muy pequeña. El amor que surge entre ambos será intenso y les proporcionará la fuerza necesaria para enfrentarse a lo impensable.

Soplan vientos de cambio y el fascismo se está asentando fuertemente en Europa. Mussolini y sus camisas negras siembran el terror en buena parte de Italia y su principal objetivo es echar del país a los que no fueran italianos, convirtiéndose en un problema especialmente importante en la ciudad de Trieste, lugar que pasó a formar parte de Italia tras la 1ª Guerra Mundial, es decir, justo en los años en que se haya la narración, y que hasta esa fecha era la quinta ciudad más importante del Imperio Austrohúngaro. El gobierno italiano comenzó una auténtica limpieza étnica llegando incluso a italianizar nombres y apellidos y en muchos casos les obligo a salir del país.

La otra línea temporal transcurre en España en los años 70. Marina es una joven de 20 años que descubre que está embarazada tras un verano muy movido en Menorca. Sus padres no lo saben y ella no sabe quién es el padre del ser que lleva dentro. Esta situación le hace plantearse el aborto en Londres pero no tiene dinero para costearlo y lo necesita urgentemente porque el tiempo se acaba. Un día encuentra un anuncio en el periódico que ofrece un trabajo que a ella le vendría muy bien. De esta forma conoce a Salvador, un octogenario en el final de sus días, que busca a un estudiante con conocimiento de idiomas para emprender un viaje por Europa y saldar una deuda pendiente.

En ambas tramas la autora nos conduce a través de su prosa por dos historias cargadas de emociones, sentimientos, responsabilidades, decisiones nunca fáciles de tomar y lo hace, como he dicho antes a través de sus palabras que en muchas ocasiones son casi poesía. Utiliza igual de bien el diálogo que la narración y consigue mantener la atención del lector. Estamos ante una novela de perdón, más de auto perdón que del perdón que queremos recibir, una oda a la maternidad y los fuertes sentimientos que ello genera. Desde la primera página Marian Izaguirre logra engancharnos con el deseo de saber quien es y qué papel juega la narradora de la historia, alguien que se nos presenta como Olivia y de la que no sabremos nada más.

Una novela que gusta y que recomiendo a todos aquellos a los que les apetezca sentir la bora.

Marian Izaguirre, nació en Bilbao y en la actualidad reside entre Madrid y Barcelona. En 1991 vio la luz su primera novela, La vida elíptica , con la que obtuvo el Premio Sésamo. Desde entonces ha publicado Para toda la vida (1991), El ópalo y la serpiente (1996), el volumen de cuentos Nadie es la patria, ni siquiera el tiempo (1999), La Bolivia (2003), El león dormido (2005) y La parte de los ángeles (2011). En 2013 Lumen publicó La vida cuando era nuestra, una novela que ha sido traducida a siete idiomas y que tuvo una espléndida acogida por parte del público español y de toda Europa. Los pasos que nos separan es su novela más reciente.

Fuente de la imagen de Marian Izaguirre: megustaleer.com

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