Maldita Roma
Tras la lectura de «Roma soy yo», era inevitable continuar con la segunda parte de esta ambiciosa serie de Santiago Posteguillo que está centrada en Julio César. Y, aunque he tardado mucho al final lo he conseguido. «Maldita Roma» da un paso más allá en la construcción del personaje, y lo hace desde un punto de vista menos idealizado y más complejo, lo cual es uno de los principales aciertos de esta entrega. César ya no es un joven que lucha por principios; es un hombre que empieza a moverse en las zonas grises del poder.
La novela se adentra en el momento en que César debe enfrentarse a los grandes nombres de la política romana, y no desde los márgenes, sino desde dentro del propio sistema. El lector se encuentra con un César que sigue siendo brillante, pero que ahora entiende que el talento sin estrategia no sirve de nada. Y en ese camino hacia la influencia, uno de los aspectos que más me ha gustado ha sido el peso que Posteguillo da al lenguaje como arma política.
Los duelos oratorios en «Maldita Roma» son, sin duda, uno de los puntos más fuertes del libro. Hay páginas enteras en las que el verbo se convierte en campo de batalla, y es ahí donde se nota la inspiración ciceroniana: no solo por la alusión directa a Marco Tulio Cicerón, sino por el estilo que adopta César al hablar ante el Senado, ante los jueces o ante el pueblo. Los enfrentamientos verbales son tensos, bien construidos, y hacen visible la importancia de la palabra en una Roma que todavía no se ha entregado del todo a la violencia física como vía para conquistar el poder. En estos pasajes se aprecia una documentación muy amplia y un oído literario afinado, que da ritmo y profundidad al texto.

Otro aspecto que me ha parecido muy bien trabajado es la vida más personal de nuestro personaje principal, concretamente la relación de César con su hija Julia. Aparece aquí no solo como figura afectiva, sino como vínculo que lo ancla a una parte más íntima y vulnerable de sí mismo. Hay momentos en que esa relación adquiere un tono entrañable y tenso a la vez: él quiere protegerla del mundo que conoce demasiado bien, pero también entiende que su figura pública acabará por arrastrarla. La relación padre-hija, sin ser el eje central, aporta humanidad a un personaje que corre el riesgo de endurecerse demasiado en medio de tanto cálculo político.
Entre los muchos personajes históricos que aparecen en esta segunda parte, destaca la figura de Espartaco, que irrumpe como símbolo de la rebelión y la desesperación de los esclavos. Su historia, aunque no ocupa el foco principal de la novela, sirve como recordatorio brutal de que Roma, por mucho que hable de leyes y justicia, se sostiene sobre la violencia estructural y la esclavitud. Las escenas relacionadas con la rebelión liderada por Espartaco tienen un tono crudo, sin romanticismos, y muestran el miedo que provoca en las élites la sola idea de una Roma desestabilizada desde abajo. Es también una advertencia para César: el poder no es eterno, y a veces quienes están abajo encuentran la forma de hacer temblar los cimientos.
En contraste con la figura trágica de Espartaco, aparece fugazmente una joven Cleopatra que visita Roma y la contempla con decepción. Acostumbrada al esplendor y refinamiento de Alejandría, lo que encuentra es una ciudad sucia, maloliente y mal organizada, que no se corresponde en absoluto con el poder que ostenta en el mundo. Este detalle, aparentemente anecdótico, funciona como un golpe de realidad para el lector y como una crítica sutil al mito de Roma como centro incuestionable de civilización. La mirada externa de Cleopatra —curiosa, crítica, inteligente— anticipa lo que será en el futuro: una figura que sabrá moverse en ese mundo de hombres, con una visión propia y una ambición tan calculada como la de César.
La novela se adentra en el momento en que César debe enfrentarse a los grandes nombres de la política romana, y no desde los márgenes, sino desde dentro del propio sistema.
En «Maldita Roma» el mosaico de personajes secundarios se amplía. Aparecen nuevos enemigos, aliados necesarios en algunos momentos y oportunistas de todo tipo. El retrato que se hace del Senado es más que interesante: un organismo dividido, corrupto en muchos casos, pero no carente de grandes oradores y estrategas que dan forma a un equilibrio frágil. La tensión entre tradición y cambio está muy presente, y César, como buen político, empieza a tensar la cuerda sin romperla… todavía.
Aurelia, la madre de César, mantiene su presencia fuerte y reflexiva. Y Servilia gana peso con inteligencia, lejos de clichés. No se trata de figuras decorativas, sino de personajes que comprenden cómo funciona el poder, incluso cuando no lo pueden ejercer directamente. En este sentido, me ha gustado especialmente el modo en que se sugiere que los hilos políticos no siempre se mueven desde los espacios más visibles. La importancia de las mujeres en la vida de César es algo muy reseñable.
La novela sigue la estructura ya conocida: capítulos breves, ritmo ágil, múltiples frentes abiertos que se van cerrando poco a poco. Hay cierta previsibilidad en los giros, y a veces se echa de menos un desarrollo más pausado de ciertos hilos narrativos que se resuelven con rapidez. Sin embargo, eso no impide que la lectura sea adictiva.
La ambientación sigue siendo muy cuidada, con descripciones lo suficientemente precisas como para situarnos en la Roma del siglo I a.C. sin perder fluidez. Posteguillo logra que el contexto político, social y jurídico se integre en la narración sin caer en la exposición académica. Eso sí, es una novela que exige concentración. Hay muchos nombres, muchos cargos y muchas alianzas cambiantes. El lector tiene que estar atento, pero el esfuerzo merece la pena.
En resumen…
En conjunto, «Maldita Roma» es una novela ambiciosa, sólida y muy disfrutable para quienes se interesan por el funcionamiento interno del poder en la Roma republicana. La figura de César se va ensombreciendo, y eso es precisamente lo que la hace más interesante. Ya no lo admiramos sin fisuras; lo observamos con cierta inquietud. Y ahí está la riqueza de esta entrega.
¿Seguiré con la serie? Sin duda. No porque todo me encante, sino porque el retrato que se está construyendo de César —con sus luces, sus sombras y sus palabras afiladas— merece ser acompañado hasta el final. Esperando estoy la tercera novela de la serie que verá la luz en octubre…
En este enlace se puede leer un fragmento de «Maldita Roma» (Serie Julio César 2) incluido por Ediciones B en su web.
FICHA TÉCNICA

Título: | Maldita Roma |
Autor/a: | Santiago Posteguillo |
Editorial: | Ediciones B |
Páginas: | 896 |
Año de edición: | 11/2023 |
Precio: | 23,65€ Cartoné / 11,39€ eBook |
ISBN: | 978-8466676564 |
Santiago Posteguillo
1967, Valencia, España
Doctor europeo por la Universitat de València, es en la actualidad profesor titular en la Universitat Jaume I de Castelló. Ha estudiado literatura creativa en Estados Unidos, y lingüística y traducción en diversas universidades del Reino Unido. En 2006 publicó su primera novela, Africanus: El hijo del cónsul, el inicio de una trilogía que continuó con Las legiones malditas y La traición de Roma. También es autor de la Trilogía de Trajano, compuesta por Los asesinos del emperador, Circo Máximo y La legión perdida.
Posteguillo recibió el Premio a las Letras de la Generalitat Valenciana en 2010, el Premio Barcino de Novela Histórica de Barcelona en 2014 y, en 2018, fue galardonado con el Premio Planeta por su novela Yo, Julia, a la que siguió Y Julia retó a los dioses en 2020. Es el autor más vendido de novela histórica en lengua española con más de 4.000.000 de lectores.
Además, en 2018 fue profesor invitado del Sidney Sussex College de la Universidad de Cambridge.
Tras el éxito de Roma soy yo y Maldita Roma, continúa su proyecto literario más ambicioso: una serie de novelas dedicadas a la vida de Julio César.
Fuente de la imagen de Santiago Posteguillo: penguinlibros.com