Las novelas epistolares es un género muy de mi agrado. No estaría siempre leyendo este tipo de obras pero es cierto que vuelvo a él cada vez que tengo la oportunidad. Son como un paréntesis en mi hilo natural de lecturas. Me puedo inmiscuir en los pensamientos y actos de los personajes. Esto siempre me ha sucedido con novelas de este tipo como «Las amistades peligrosas»; «84, Charing Cross Road» o la maravillosa «La sociedad literaria del pastel de patata de Guernsey».

«Las cartas de Esther», de Cécile Pivot y publicado por la editorial Contraluz, es la novela que traigo hoy al blog.

Esther es una librera que vive en París y que está pasando un momento difícil en su vida. Atrapada en una depresión tras la muerte de su padre, decide crear un taller de escritura epistolar, una forma de recordar a su padre al que le encantaba escribir cartas.  

A este taller se apuntan personas muy heterogéneas, sin nada en común: Jeanne, una mujer mayor con mucha vida, activista en todas las causas posibles; Samuel, un muchacho que ha perdido a su hermano y que ve como sus padres y él mismo se sienten enfadados y encerrados en sí mismos acompañados por una tristeza que les mata; Juliette y Nicolas, una pareja que está atravesando una crisis y que han dejado de vivir juntos y, por último, Jean, un hombre de negocios que se pasa la vida entre avión y avión.

Estos personajes tan dispares van a comenzar una relación epistolar que en algunos casos les llevará a palabras mal interpretadas y pensamientos injustos y, en otras, a todo lo contrario. Por medio de estas relaciones epistolares vamos a conocer a cada uno de los personajes. Sabremos de sus preocupaciones y sentimientos, miedos y temores.

Leyendo estas cartas sabremos de donde viene cada miembro del taller y en qué punto se encuentran en la actualidad. Conoceremos su pasado y las preocupaciones que han cargado hasta hoy y nos daremos cuenta porque lo dejan plasmado en sus cartas. Temas como la soledad, el burnout (perdonadme el anglicismo), el duelo no resuelto o una depresión posparto nos harán sensibilizarnos con cada uno de los personajes. 

«Las cartas de Esther» no es un drama, al contrario y, sin embargo, tragaremos saliva en más de una ocasión.

Recuerdo cuando, en mi juventud, deseaba que llegara una carta: amigas, amigos, Pen Friends, familia… todos pasaron por mis manos en forma de carta. El cartero, a quien mi madre le daba, religiosamente, todas las navidades el aguinaldo, me miraba de una forma especial cuando tenía una carta para mí.

Años después llegaría el whatssap, los SMS o los email y la inmediatez ocupó su lugar. Perdimos la paciencia y llegó la nube.

Quizás por todo esto, «Las cartas de Esther» me ha resultado una novela encantadora.

Temas como la soledad, el burnout (perdonadme el anglicismo), el duelo no resuelto o una depresión posparto nos harán sensibilizarnos con cada uno de los personajes. 

En resumen…

Es una novela que, por su carácter epistolar, se lee rápido. No puedes evitar el sentimiento de saber cuál va a ser la respuesta a esa carta que estás leyendo. Personajes diferentes con lenguajes distintos, una dificultad más para esta novela cuya autora debió escribir diferentes usos dialéctos dependiendo del personaje en cuestión. Cecile Pívot ha sabido manejar las edades y clases sociales de los personajes a la perfección.

«Las cartas de Esther» es una lectura intimista que nos transmite el poder de la comunicación epistolar, un arte en desuso. Es una novela de sentimientos y emociones que merece ser leída.

Me ha gustado mucho, me ha entretenido y me ha pellizcado el corazón.