XIV Certamen Internacional de Novela Histórica Ciudad de Úbeda: un reencuentro entre libros, amigos y emociones
Volver a Úbeda siempre tiene algo de regreso a casa. Hay lugares que se viven más que se visitan, y este XIV Certamen Internacional de Novela Histórica Ciudad de Úbeda ha sido, sin duda, uno de los más vibrantes y concurridos que recuerdo. Del 15 al 19 de octubre, la ciudad se llenó de lectores, autores, historia y ese ambiente que solo Úbeda sabe regalar: cercano, humano y profundamente literario.
Público, emoción y libros bajo el brazo
Este año se notaba desde el primer momento: más público que nunca. Las salas se quedaban pequeñas, los pasillos se llenaban de conversaciones y sonrisas, y más de una presentación tuvo que dejar a gente fuera. Fue el caso de Christian Gálvez, cuya charla congregó a tal cantidad de asistentes que muchos no pudieron entrar. Aun así, el entusiasmo se respiraba incluso desde la calle: libros en las manos, móviles alzados para una foto y esa ilusión compartida de estar viviendo algo especial.




Entre los encuentros más memorables, guardo con especial cariño las presentaciones de Teo Palacios y Carlos Serrano, que tuve la suerte de presentar yo misma. Dos momentos que se quedan en la memoria, no solo por las historias que compartieron, sino por la cercanía y la conexión con el público. También fue un placer escuchar a Sebastián Roa, siempre brillante y preciso; disfrutar con la simpatía y el desparpajo de Matthew Harffy, que nos hizo reír y viajar a otros tiempos a golpe de espada y humor; y disfrutar la fuerza narrativa de José Zoilo con Hijos de la Luna, una de esas novelas que dejan huella.
Y aunque aquí solo menciono algunos nombres, fueron muchas más las presentaciones que llenaron de talento y emoción los distintos escenarios del certamen. Cada autor, cada historia, aportó su voz a un fin de semana que fue puro homenaje a la novela histórica. Resulta imposible recogerlo todo, pero sí queda la sensación de haber asistido a algo grande, diverso y profundamente inspirador.




Cuando la lluvia no puede con la pasión lectora
El certamen comenzó con un pequeño contratiempo: un chaparrón inesperado el primer día grande, que sorprendió a todos y causó algunos estragos en las casetas de los libreros. Fue una pena ver cómo algunos libros se mojaban, pero, como suele pasar en Úbeda, la tenacidad pudo más que la lluvia. En cuestión de minutos, entre carreras y toallas improvisadas, el equipo del certamen con Pablo L. Antonelli a la cabeza, lograron salvar la situación, demostrando que aquí el amor por los libros no se ahoga tan fácilmente.




Premios que reconocen talento y trayectoria
Entre los momentos más esperados del fin de semana estuvieron las entregas de premios. El Premio Los Cerros de Úbeda recayó en Julio Alejandre por La armada de Dios, una novela épica que combina rigor histórico y emoción. El Premio de Novela Histórica Ciudad de Úbeda 2025 fue para Fabián Plaza por Pero el fénix vuela, reconocimiento a una voz que crece con cada obra. Y el prestigioso Premio Ivanhoe se concedió a Ildefonso Falcones, quien presentó además su última novela, En el amor y en la guerra. Tres galardones que resumen el espíritu del certamen: pasión por la historia, calidad literaria y amor por la palabra.




La historia en las calles
Una de las cosas más especiales del certamen son sus recreaciones históricas, que llenan de vida las plazas y rincones de la ciudad. Este año tuve la suerte de disfrutar la primera parte de la trilogía dedicada a Juana de Arco, La voz del pueblo, una representación emocionante y muy bien cuidada que consiguió arrancar aplausos sinceros de un público totalmente entregado.
También asistimos a La magia del baile en la obra de Austen, un homenaje lleno de elegancia, música y abanicos, que por un rato nos hizo sentir dentro de una novela de Jane Austen. Y desde una terraza —con una cerveza y buena compañía— vimos pasar la manifestación ambientada en los años 70, parte de las recreaciones del domingo. Fue una imagen curiosa y entrañable: la historia paseando frente a nosotros, mientras las campanas de la ciudad marcaban el ritmo del pasado.




Entre firmas, risas y reencuentros
Más allá de los actos y las charlas, lo que hace único al certamen es su ambiente cercano. Los autores caminan por las calles, charlan con los lectores, firman ejemplares en cualquier esquina o terraza, y siempre hay tiempo para una foto o una conversación improvisada. Ver cómo la gente se acerca con cariño a pedir una firma o un abrazo es una de esas pequeñas cosas que hacen grande este evento.
También fue un fin de semana de reencuentros: amigos a los que solo veo una vez al año, nuevas caras que por fin conozco fuera de las redes, conversaciones que se retoman como si el tiempo no hubiera pasado. Esa sensación de comunidad, de compartir una misma pasión por los libros y la historia, es lo que hace de Úbeda un lugar tan especial.




La magia de Úbeda
Y es que, al final, todo sucede bajo la mirada serena de Úbeda, con su Plaza Vázquez de Molina dorada por el sol, los palacios que se llenan de vida y las calles que parecen susurrar historias antiguas. Pasear por la ciudad durante estos días es sentir que el tiempo se dobla, que la literatura y la historia se dan la mano y nos invitan a formar parte de algo más grande.
Este XIV Certamen ha sido una fiesta de las palabras, de la amistad y de la pasión por contar y escuchar. Y aunque cada año parece imposible superarse, Úbeda lo vuelve a hacer: nos emociona, nos acoge y nos deja con ganas de volver.
Porque sí, una vez más me he ido con el corazón lleno y la maleta un poco más pesada. Y ya cuento los días para el próximo octubre, cuando, como siempre, volveré a decir: Úbeda me espera.







Eva María Martín Martín



