Una novela que me ha sorprendido desde su primera página, eso es lo primero que os quiero decir. Su autora vino a este blog y nos dejó un mensaje y unas direcciones, así fue como «El alfabeto sagrado» vino a mi primer IMM. Yo ni corta ni perezosa me fui a la librería a regalármelo con motivo de mi cumpleaños. Me congratulo de ello. Me ha divertido, me ha entretenido, me ha  hecho morderme las uñas, me ha obligado desear no ir a trabajar al día siguiente para que mi noche pudiera ser más larga (al final no he hecho novillos, que no es tan fácil ¿eh?).

La novela comienza con el robo de un cuenco de barro en el expoliado museo nacional de Irak en Bagdad, durante la mismísima incursión norteamericana hace unos años. Allí, un ladrón que se oculta tras las sombras de la noche, ve como un ladronzuelo tiene en sus manos el preciado botín que él persigue. Soluciona el problema. Con esto se abre una gran cadena de acontecimientos que arrastrará a los lectores en una trepidante carrera contrareloj.

El profesor Sinclair, en su despacho de Cambridge se halla estudiando los elementos que le llevaran a lo más alto de la sociedad académica, sueña incluso con ser recibido por la reina de Inglaterra. Para conseguir esto cuenta con la ayuda de Andrea, una joven orientalista que además vive con el profesor y su mujer desde que siendo niña perdió a sus padres en el transcurso de una excavación arqueológica. Sinclair también tiene la ayuda de Martin Crown, un oscuro personaje que es el director de la no menos oscura Asociación de los cristianos de San Juan.

Pero hay alguien más en esta busqueda, Victor Lavine, un investigador privado al que conoceremos en un viejo monasterio buscando el manuscrito de San Juan Bautista. Y por último tres sacerdotes mandeos, a quienes Said  (un comerciante de antigüedades asentado en Jerusalen) llamará para que recojan un cuenco que tiene en su poder.

A todos estos personajes les unirán estos mandeos, una comunidad gnóstica que data de antes de Cristo y que aún existe localizada en algunos rincones de Irak e Iran. Ellos, los mandeos, son los dueños reales de esa vasija inicial que junto con otros dos cuencos formaran, con las letras de su interior, una especie de conjuro capaz de mover montañas. Es una inscripción mágica, como los cuencos, como su poder…

Una busqueda que irá uniendo eslabón tras eslabón. Después de los cuencos viene el manuscrito, después el talisman, después ….

En fin, una novela llena de acción, de historia, de avaricia. Sólo puedo deciros que cuando iba por la mitad de la novela yo pensé que ya llegaba al final de ella pero cúal no fue mi sorpresa cuando la historia dió un giro totalmente inesperado yo todavía dió para otra mitad de novela. Una buena obra y una autora a la que creo (desde mi desconocimiento en la materia) que no hay que perder de vista en el futuro.

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