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Flashman

Flashman, de George MacDonald Fraser

Reconozco que al cerrar «Flashman», la sensación que me quedó fue una mezcla extraña de diversión culpable y cierto hastío hacia su protagonista. Porque sí, Flashman es un personaje cínico, desagradable hasta decir basta, y el perfecto ejemplo del niño rico que se cree con derecho a mirar el mundo por encima del hombro mientras se abre paso entre los demás a base de trampas, mentiras y cobardía. Y, sin embargo, le he acompañado durante más de trescientas páginas sin poder apartar la vista de sus desventuras, aunque en más de una ocasión me han entrado ganas de darle un empujón por el barranco más cercano.

La novela arranca presentándonos a Harry Flashman en plena juventud, cuando su mayor mérito consistía en haber sido expulsado del colegio por borracho, pendenciero y matón. Si alguien esperaba redención o crecimiento personal desde ese punto de partida, que abandone toda esperanza. Aquí no vamos a encontrar héroes que descubren la honradez ni muchachos descarriados que encuentran su máximo objetivo en la vida. Lo que hay es un sinvergüenza que, tras salir de la universidad por la puerta de atrás, logra acomodarse en el ejército gracias a las influencias de su adinerado padre y, por supuesto, sin tener ni idea de lo que significa realmente servir.

Su padre, por cierto, es otro personaje digno de mención, aunque aparece solo de manera puntual. Al fin y al cabo, de algún sitio tenía que salir semejante espécimen. Un hombre con dinero y poca vergüenza, que se limita a encauzar al hijo hacia cualquier camino donde no moleste demasiado… y donde, a ser posible, no le devuelva la vergüenza familiar a casa. Desde luego, no es ejemplo de virtud ni de cariño paternal, aunque en la historia de Flashman, que transcurre entre engaños y apariencias, eso no tiene casi importancia.

Flashman, de George MacDonald Fraser

Y así, entre fiestas, juegos y conquistas, se va abriendo camino en su regimiento de caballería, rodeado de superiores que no es que sean precisamente un dechado de virtudes o de grandes militares. Entre ellos destaca Sir Willoughby Cotton, un personaje que mezcla la suficiencia y la incompetencia a partes iguales, y John Shelton, que tampoco sale demasiado bien parado en las memorias de Flashman. El ejército que retrata la novela está lleno de nombres reales y ficticios que desfilan ante nosotros entre decisiones absurdas y estrategias desastrosas, y que acaban conduciendo al desastre absoluto de la Primera Guerra Anglo-Afgana. En ocasiones son tan imposibles de creer que me he ido a buscar información y, para mi desdicha, he comprobado que eran reales y que actuaron de esa forma.

A pesar del tono burlón y el descaro constante del narrador, llega un momento en que la novela se vuelve seria, y mucho. La campaña de Afganistán está narrada con dureza, y aunque Flashman sigue preocupado únicamente por salvar su propio pellejo, el lector no puede evitar sobrecogerse ante la magnitud de la tragedia. El frío insoportable, la traición de los afganos liderados por Akbar Khan, la incompetencia británica que lleva a la masacre… Todo queda recogido desde el prisma personal de alguien que, sin merecerlo, logra salir indemne del desastre mientras a su alrededor mueren compañeros mucho más valientes y capaces.

En cuanto a los personajes secundarios, no puedo dejar de mencionar a figuras como Hudson, un oficial con quien Flashman mantiene una relación cordial solo cuando le conviene, y al doctor Brydon, el único superviviente británico de la retirada de Kabul según la historia real, que también aparece aquí, aunque Flashman, fiel a su estilo, no desperdicia la ocasión de burlarse de su aspecto al regresar hecho un guiñapo. Mención aparte merece el pobre general Elphinstone, presentado como un hombre enfermo, indeciso y superado por los acontecimientos, incapaz de tomar decisiones firmes, lo que termina por sellar el terrible destino del ejército británico en Afganistán.

El ejército que retrata la novela está lleno de nombres reales y ficticios que desfilan ante nosotros entre decisiones absurdas y estrategias desastrosas, y que acaban conduciendo al desastre absoluto de la Primera Guerra Anglo-Afgana.

Algo que no quiero dejar de destacar es el papel de las mujeres en esta novela, que no tienen ningún tipo de protagonismo real ni son personajes con entidad propia. Son, directamente, objetos que Flashman utiliza, manipula y, en ocasiones, maltrata física y psicológicamente sin ningún tipo de remordimiento. Abarca desde su matrimonio con Elspeth, que no es más que un trámite que le conviene y que no le impide seguir con su vida disoluta, hasta las mujeres que encuentra en la India y en Afganistán, como Gul Shah, a quienes no duda en despreciar, traicionar o usar para su propio beneficio. No hay amor, solo abuso y egoísmo. Flashman se burla de ellas igual que se burla de todos, pero a ellas las trata con una crueldad especial, como si no merecieran ni siquiera la mínima consideración que a veces guarda, por puro interés, hacia sus superiores o iguales.

Sin embargo, y aunque todo esto pueda resultar incómodo, no deja de ser parte del extraño atractivo de «Flashman». Porque aquí no hay trampa ni cartón. No hay edulcorantes. El protagonista no busca caer bien ni que comprendamos sus actos. Los cuenta tal cual, con su brutalidad, su sarcasmo y su desdén por todo lo que no sea su propio bienestar. El humor está ahí, claro que sí, pero es un humor negro, cruel, que no deja títere con cabeza, y que se sostiene gracias a una ambientación histórica muy cuidada y una narración ágil que, a pesar de lo que uno pueda pensar, no aburre ni un solo momento.

«Flashman» es el relato de un miserable que, por pura suerte, pasa a la historia como héroe. Y tal vez ahí esté su gran mérito: retratar cómo, en demasiadas ocasiones, la fama y la gloria no tienen nada que ver con el mérito, sino con estar en el sitio adecuado en el momento justo… y, claro, saber contarlo después como a uno le conviene.

En cualquier caso, y a pesar de lo detestable que puede llegar a ser su protagonista, tengo que decir que «Flashman» me ha gustado mucho. Me ha entretenido de principio a fin y, por encima de todo, me lo he pasado realmente bien leyéndola. Hacía tiempo que no encontraba una novela tan descarada, tan políticamente incorrecta y tan bien narrada, que además logra equilibrar con acierto la sátira y la ambientación histórica. Es imposible no engancharse a las peripecias de este caradura absoluto, y aunque más de una vez me haya sorprendido llevándome las manos a la cabeza por alguna de sus barbaridades, no puedo negar que he disfrutado del viaje. Recomiendo la lectura sin dudarlo a quien busque algo diferente, ágil, irónico y con mucha, muchísima mala leche. Porque, al final, «Flashman» será todo lo despreciable que queramos, pero aburrir no aburre jamás.

 

FICHA TÉCNICA

Portada
Título: Flashman
Autor/a: George MacDonald Fraser
Traductor/a: María Antonia Menini
Editorial: Ático de los Libros
Páginas: 368
Año de edición: 01/2024
Precio: 22,95€ Cartoné / 9,49€ eBook
ISBN: 978-84-19703-79-8

 

George MacDonald Fraser

George MacDonald Fraser

1925, Carlisle, Reino Unido

(Carlisle, 2 de abril de 1925 – Isla de Man, 2 de enero de 2008). Sirvió en el ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial en un regimiento escocés en la India y Oriente Medio.  Trabajó como reportero para diversas publicaciones de su país y de Canadá, obteniendo fama como novelista y como guionista. Fue nombrado Oficial de la Orden del Imperio Británico en 1999.

Es famoso sobre todo por la serie de novelas históricas de Harry Paget Flashman, escritas supuestamente por Harry Flashman (Royal Flash, ¡Tres hurras por Flashman!, Flashman a la conquista de Abisinia…), un cobarde y matón de ficción creado originalmente por Thomas Hughes en su libro Tom Brown’s School Days. Los libros se presentan como «paquetes» de memorias escritas por un nonagenario Flashman, que recuerda sus tiempos de héroe del ejército británico durante el siglo XIX. Son novelas que destacan por sus adecuadas ambientaciones históricas.

Fuente de la imagen de George MacDonald Fraser: sin imagen.