«Las dos vidas de Mina Índigo», la nueva obra de Alaitz Leceaga, ha superado todas mis expectativas y me ha dejado absolutamente cautivada. Después de haberme maravillado con su primera novela, «El bosque sabe tu nombre», estaba ansiosa por sumergirme en esta historia, ya que no he leído ninguna de las posteriores, y debo decir que ha sido un viaje verdaderamente fascinante.

La trama nos lleva a la Barcelona de finales del siglo XIX, un escenario vibrante y lleno de intrigas. Aquí conocemos a Mina Índigo, una médium ampliamente solicitada en toda la ciudad. Mina ha logrado establecer valiosos contactos, y ahora recibe a sus clientes en una habitación del palacete donde reside. A través de sus consultas, Mina se adentra en los secretos más profundos de la crème de la crème de la sociedad barcelonesa.

En este contexto, Barcelona se encuentra sumida en una tensión palpable debido a la próxima Exposición Universal, un evento que todos tienen en mente y que no puede permitirse ningún error. La vida de Mina se desenvuelve entre lujos y las invitaciones a lugares frecuentados por la alta sociedad, pero sus propios fantasmas la persiguen incansablemente, impidiéndole encontrar paz. Este es su infierno personal. Mientras engaña a las personas con sus trucos de espiritismo, como lámparas que se mueven o puertas que se cierran, Mina carga con sus propios fantasmas internos, que son reales y perturbadores.

La trama se intensifica cuando Mina emprende la investigación sobre la desaparición y posterior asesinato de Camila Garza, la hija de una de sus confidentes. Obligada bajo amenaza a ayudar, Mina se adentra en un mundo oscuro y peligroso. En el proceso, se encuentra con el nuevo patólogo, Lawrence Black Ellis, quien reemplaza a su esposo. Juntos, y junto al cuerpo torturado de Camila Garza establecen una relación profesional que no tardará en desencadenar problemas inesperados.

Novela gótica, negra, de misterio… una mezcla muy interesante

Alaitz Leceaga ha tejido una historia en la que se entrelazan el género negro y el gótico, y ha creado una atmósfera perfecta para desarrollar este último género. La novela presenta dos hilos narrativos: uno en el que Mina viaja a Cuba con su esposo, donde este planea abrir una clínica para los menos privilegiados, y otro que sigue su presente en Barcelona. Durante su estancia en Cuba, Mina entabla una profunda amistad con Zelda, un personaje que deja una fuerte impresión en el lector.

Es interesante observar la fascinación que existía en aquella época por el espiritismo. Aunque apenas unos años atrás, las mujeres que practicaban estas actividades eran consideradas brujas, en ese momento se convirtieron en tendencia en toda Europa. La autora describe las sesiones de espiritismo con maestría, a pesar de que todas ellas son engaños y falacias.

Alaitz Leceaga ha tejido una historia en la que se entrelazan el género negro y el gótico, y ha creado una atmósfera perfecta para desarrollar este último género.

El pasado de Mina regresa de manera poco deseada a través del inspector Bocanegra, el mejor amigo de su malaventurado esposo, quien la culpa del accidente que casi le costó la vida. Estos encuentros añaden una capa adicional de intriga y tensión a la trama, revelando más detalles sobre la vida turbulenta de Mina.

En resumen…

«Las dos vidas de Mina Índigo» me ha atrapado desde la primera página. Es una novela que me ha mantenido absorta y pegado a sus páginas en todo momento. La intriga y el misterio creados por Leceaga generan una aura de misticismo gótico realmente alucinante. Además, el ritmo de la narrativa es excelente, lo que hace que la lectura sea ágil y adictiva.

Definitivamente, «Las dos vidas de Mina Índigo» es una obra maestra que combina de manera brillante el género negro y el gótico. Alaitz Leceaga ha logrado crear una atmósfera cautivadora y una protagonista inolvidable en Mina Índigo. Si te gusta sumergirte en misterios oscuros y vibrantes, esta novela es imprescindible en tu lista de lecturas.

En este enlace podéis leer un fragmento de la novela que Planeta ofrece en su web.