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La luz que fuimos

La luz que fuimos, de Antonio Manuel

«La luz que fuimos», del autor Antonio Manuel, es una novela histórica ambientada en la Córdoba de comienzos del siglo XI, en uno de los momentos más convulsos y determinantes de la historia de al-Ándalus: el declive del califato omeya y el inicio de la guerra civil. Con esta obra, el autor propone una visión alternativa y claramente intencionada de aquella época, poniendo en primer plano a personajes femeninos y figuras del pueblo, en lugar de centrar el foco en los grandes nombres de la historia oficial.

La protagonista, Maryam la Paloma, es una mujer fuerte, comprometida con su ciudad y con los valores de convivencia y justicia que, según se sugiere, habrían caracterizado a una Córdoba más abierta y culta que la que aparece al borde del colapso en el momento en que se sitúa la acción. Maryam representa una Córdoba idealizada, en la que el conocimiento, la palabra y la solidaridad pueden todavía tener cabida frente a la violencia, el fanatismo y la corrupción. Temas del pasado que resultan muy actuales, desafortunadamente. 

El punto de vista elegido por el autor es interesante: alejarse de los discursos clásicos centrados en la élite política y militar para acercarse al relato desde lo cotidiano, desde lo humano, desde lo femenino. Este enfoque puede resultar refrescante y necesario, sobre todo en un género como la novela histórica, que con frecuencia cae en lo épico y en lo masculino. Además, Antonio Manuel no esconde su intención de rescatar un legado cultural andalusí que a menudo se ha relegado al imaginario colectivo. En ese sentido, la novela tiene una dimensión claramente reivindicativa y simbólica, más allá de lo puramente narrativo.

La luz que fuimos, de Antonio Manuel

Uno de los aspectos más destacados de la obra es, sin duda, su lenguaje. La prosa de Antonio Manuel tiene una fuerte carga poética. Se nota que el autor cuida cada frase, cada imagen, cada pausa. Hay fragmentos realmente bellos, en los que el ritmo de la narración se ralentiza para dar paso a la contemplación o a la reflexión. La musicalidad de las palabras y la elección precisa del vocabulario contribuyen a crear una atmósfera muy particular, en la que el lector puede sumergirse con gusto si conecta con ese estilo pausado, casi de otra época. 

El punto de vista elegido por el autor es interesante: alejarse de los discursos clásicos centrados en la élite política y militar para acercarse al relato desde lo cotidiano, desde lo humano, desde lo femenino.

Sin embargo, y aunque se aprecie ese esfuerzo estilístico, no puedo decir que la lectura me haya resultado plenamente satisfactoria. A pesar del lenguaje cuidado y de la riqueza simbólica, he tenido la sensación de que la historia no terminaba de sostenerse por sí sola. El desarrollo argumental es irregular y, por momentos, poco fluido. Algunos pasajes parecen funcionar más como alegorías o como manifestaciones de una idea o un deseo que como parte de una trama sólida. Es decir, se percibe que el mensaje (lo que se quiere decir) está muy claro, pero la historia (lo que se cuenta) no siempre acompaña con la misma fuerza.

Además, hay un aspecto que me ha sacado de la lectura en varias ocasiones: los anacronismos lingüísticos. Aunque la ambientación histórica general está bien trabajada, aparecen expresiones, giros y términos claramente modernos que no encajan con la época ni con el tono general de la narración. Este tipo de disonancias rompen el pacto con el lector, que espera una cierta coherencia interna en una novela histórica. Son detalles que, aunque menores en apariencia, afectan a la credibilidad del texto y a la inmersión en la historia.

«La luz que fuimos» es una novela con una propuesta interesante y un estilo literario trabajado, que apuesta por una mirada distinta y simbólica de un periodo histórico complejo. Hay que dar su importancia a las mujeres, al conocimiento y a la resistencia civil como ejes del relato. Sin embargo, el resultado, al menos en mi caso, no ha terminado de cuajar. He disfrutado de algunas partes, he admirado la belleza de ciertas páginas, pero no he conseguido conectar plenamente con la historia ni con la estructura general de la novela.

No es una lectura que me haya dejado un mal sabor, pero tampoco la incluiría entre las más memorables. Puede resultar atractiva para quienes valoran un enfoque poético y alternativo de la novela histórica, aunque quizá no convenza a quienes buscan una narración más consistente y rigurosamente ambientada.

 

FICHA TÉCNICA

Portada
Título: La luz que fuimos
Autor/a: Antonio Manuel
Editorial: Almuzara
Páginas: 272
Año de edición: 04/2022
Precio: 17,05€ Rústica / € eBook
ISBN: 978-84-18757-62-4

 

Antonio Manuel

Antonio Manuel

1968, Almodovar del Río (Córdoba), España

Ganó con su primera novela «Nenia» el Premio Nacional Amador de los Ríos, y poco después la Beca de Creación Literaria de la Diputación de Córdoba con «El desmayado vuelo de las cigüeñas». Ha compaginado su labor creativa con la docencia y el activismo social, cultural y político. Doctor en Derecho y Profesor de Derecho Civil, fue uno de los fundadores y presidente de la Federación «Ateneos de Andalucía». Patrono de la Fundación Blas Infante, rescató del olvido la obra de teatro popular «Entre dos fuegos», de Manuel Alba (Berenice, 2007). Tras publicar «La huella morisca» (Almuzara, 2010), que logró una excelente acogida de crítica y lectores y es hoy un título de referencia, regresó a la novela con «El soldado asimétrico» (Berenice, 2017) y publicó asimismo «Flamenco. Arqueología de lo Jondo» (Almuzara, 2018) y el poemario «Daño» (Utopía Libros, 2020). También se editó en Almuzara «La luz que fuimos» (2023), actualmente en su tercera edición.

Fuente de la imagen de Antonio Manuel: almuzaralibros.com