Crónica de mi Feria del Libro de Madrid 2018
Un año más me he dejado caer por la Feria del Libro de Madrid. Es una cita obligada y deseada por mí pero este año, dadas mis circunstancias personales, no ha sido lo mismo. No me apetecía salir de casa y no quería patearme el Retiro para darle gusto a mi mayor afición. Pero, se dan las circunstancias de que tengo un marido que además de amigo es tesoro y, por sorpresa, un día me dijo que nos vamos a la Feria. Así que saqué lo mejor de mí, eso que pensaba que ya no estaba, y me subí al tren dispuesta a pasar un día lo mejor posible. Ya de paso, mi santo esposo había pedido cita para cambiar las baterías de los móviles así que sí o sí había que ir a Madrid.
El primer domingo de Feria nos fuimos para Madrid equipados con mi ya famoso trolley para cargarlo de buenos libros y de firmas. Lo primero que hice fue quedar con mi amigo Carlos Díaz Domínguez con quien desayunamos y hablamos de la vida, un placer como siempre. Carlos, sigue siendo mi taxista, me das energía para el día.
Después nos encaminamos a la Feria donde había quedado con mi también amigo Victor Fernández Correas, llevo muchos años de relación con él y nunca nos habíamos visto así que el abrazo fue de los de película, un abrazo lleno de amistad y cariño, nos emocionamos tanto que no nos hicimos fotos juntos. Victor, tenemos que quedar más despacio para hacernos la foto.
El primer domingo de Feria nos fuimos para Madrid equipados con mi ya famoso trolley para cargarlo de buenos libros y de firmas.
Tras esto comenzó el estrés, había quedado con Juan Francisco Ferrándiz para que me firmara «La tierra Maldita», no firmaba ese día, firmo el día anterior pero, más que amablemente se acercó hasta la caseta de Grijalbo para firmarme un ejemplar de su novela que llevaba desde casa. Un encanto de hombre con el que estuve hablando unos minutos y que me dejó encantada.
Después fuimos a ver a Luis García Jambrina, otro autor del que he leído bastante y he mantenido contacto con él pero que nunca había visto en persona. Fue un placer ponernos cara y que yo me llevara su última novela «El manuscrito de fuego», firmado por él. Este era otro libro que llevé desde Ciudad Real.
Luego hicimos la primera y última fila que realizamos en el día. La autora en cuestión era Carme Chaparro. Leí su anterior novela «No soy un monstruo» y me quedé encantada con su lectura, por eso, cuando supe que firmaba ese día no dudé en hacerme con su nueva novela «La química del odio» y hacer pacientemente fila para que me firmara. Carme se mostró tan cercana y encantadora como la recordaba.
Después me pasé a saludar a Esteban Navarro de quien he leído varias novelas. No me llevé para que me firmara porque las últimas las he comprado en ebook, es lo malo que tiene leer en pantalla. Me sorprendió su altura, es altísimo. Y fue amable y cercano, un placer Esteban.
A continuación fui a ver a Inés Plana, de quien también he leído su novela en ebook, la fila era tremenda y no podía hacer más filas pues el tiempo se me estaba pasando. Además, como no había libro que firmar me decidí a no hacer la fila.
Luego fui a un autor al que nunca he leído y que sin embargo tengo muchas de sus novelas en ebook, Pedro Santamaría. Compre su última novela, en papel, a ver si así lo leo, «A servicio del Imperio» y charlamos un ratito. Un hombre, cercano, amable y todo un encanto. Nos vemos en Santander o, a más tardar en Ciudad Real, Pedro.
Alejandro Palomas fue el siguiente, siempre es un placer hablar con este hombre. Me firmo su última novela «Un amor» y le hice entrega de mis nuevos marcapáginas, jejeje, hay que hacerse publicidad.
Lo siguiente fue otra visita en balde María Dueñas, quería su última novela pero si la fila de Inés Plana era larga, la de María Dueñas cubría medio Parque del Retiro y me dije que nanay y me fui, ya tendré otras oportunidades, espero que vuelva por Ciudad Real algún día como hacía en sus comienzos.
Luego fui a ver a Alaitz Leceaga. Tuve suerte, cuando es un autor nuevo o es un boom desde el primer momento y hace unas filas de la leche o apenas la conocen y hay suerte. Eso fue lo que pasó con Alaitz, su novela tiene apenas un mes y no se la conoce bien todavía, el año que viene será imposible acercarse a ella, porque ya os digo que su novela es simplemente magnífica. Me llevé mi libro de casa y comprobó por donde iba en mi lectura y departimos unos minutos. Una escritora joven y encantadora. Toda la suerte del mundo Alaitz porque tu novela, «El bosque sabe tu nombre», se lo merece.
Roberto Santiago, el autor de «Ana», fue otro de los que yo quería saludar pero me resultó imposible, se acercaban las dos de la tarde y la fila era muy larga.
El penúltimo autor al que visité esa mañana fue Toni Hill para hacerme con sus «Tigres de hielo». Siempre es un placer hablar con este autor. Estoy deseando leer su nueva novela.
El último escritor al que saludé antes de irme a comer fue a mi amigo Emilio Lara, con el que me di un abrazo y que me dejo con muchas dudas sobre planes que tiene y que no me quiso contar, Emilio a ver si me lo cuentas pronto y no me emplaces en Úbeda que todavía quedan meses para eso.
Luego nos fuimos a sol a cambiar las baterías de los móviles, el diagnóstico de mi móvil es que estaba en coma, que le queda poquito para morir si no intervenían pronto así que allí se quedó el pobre mío durante dos horas que me obligaron a estar fuera de la Feria del Libro de Madrid. Desde hace mucho tiempo no había sentido esa sensación de ser libre, de no mirar al móvil, de hablar y me sentí como gato panza arriba, diagnóstico: soy una adicta al móvil. Ya tengo batería nueva y se me sigue gastando igual, he llegado a la conclusión de que el móvil no tiene la culpa, la culpable soy yo.
Después tuve que esperar a un nuevo miembro de la familia para darle el visto bueno y mal empezamos si tuve que esperarle haciéndome perder más tiempo, y claro cuando llegó tuvimos que tomarnos una cerveza para confraternizar y darle el visto bueno… En fin, le doy un notable nada más que porque se quedó sentado pacientemente tomándose una cerveza y guardándome mis compras mientras mi marido y yo salíamos como locos a comprarle algún libro a mi peque al que, entre tanta vorágine de firmas, había olvidado, ay mi niño de mi alma. En eso que íbamos a buscarle algo pues ya paramos en la caseta de Edhasa para que Rodrigo Palacios me firmara su última novela «La cámara de oro». En fin, que se nos acabó el día, que tampoco pude hacerme con el libro y la firma de Nacho Abad y que llegamos por los pelos a la estación a coger el tren.
Un día maravilloso, frenético, en el que disfrute mucho y en el que no vi tanto famoseo ni politiqueo en las casetas como en otras ocasiones, o no tuve tiempo de verlo, no sé. Pero se respiraba literatura, eso si que lo sé.
Contando los días que quedan para la próxima Feria del Libro de Madrid en la que espero estar más en forma porque, a pesar de todo, sé que no di lo que quería y había.
Qué guay, gracias por compartir tu entusiasmo literario.
Pues se ve que pasaste un fabuloso día. Seguro que te hizo mucho bien. Besos
Gracias por el reportaje y por mostrarnos tu punto de vista más personal. Ánimo y un saludo.
Los libros pueden con todo!!!